Cuando uno de nuestros locos bajitos se enferma todas las hormonas maternales de la histeria se ponen inmediatamente en acción siendo solamente superadas por la neurosis masculina... porque no sé si será su caso amiga, pero en el caso de la que suscribe, el macho alfa entra en crisis de pánico ante un termómetro que marca 37,7 un miércoles cualquiera a las nueve de la noche.
Automáticamente una censura absolutamente todos los mensajes de la histeria y se dirige hacia su botiquín a buscar el ibuprofeno nuestro de cada fiebre que controle la situación. En eso estoy cuando llega el primer mensaje subliminal: "preparate para mínimo cuatro días de encierro absoluto" beeep mensaje mental censurado, "con caprichos rotundos" beeeep beep censurar, "y con malos humores supremos" beeeep "y fiebres y malestares enemigos." BEEEEEP.
Una vez suministrado el ibuprofeno la situación se encarrila y el macho alfa pregunta: ¿y ahora?... ahora esperamos 24 horas para que surja alguna maldita causa de la nunca bien ponderada fiebre para que el pediatra definitivamente pueda diagnosticar.
Obviamente esas primeras 24 horas son casi las peores, con ibuprofeno cada 6 horas, combinado con paracetamol entre las tomas de ibuprofeno porque la fiebre es superior a 39 grados, con pañitos de agua fria, bañitos tibios y quejas quejas y quejas del pobre pichón afiebrado.
Por fin, llega el día del veredicto pediatrico: Una angina bacteriana con una infección de aquellas que deberían escribirse con mayúsculas. Definitivamente 10 días de antibiótico... OH NO!!! estamos en problemas, la toma de ESE jarabe particular con un gusto tan amargo que chupar un limón ácido es dulce en comparación no es tarea sencilla.
La primera toma pasa, veloz y ligera porque siempre los atrapa distraídos. Pero, luego se complica... entre el primer y segundo día, con dos tomas diarias, uno comienza con los chantajes: te doy un caramelo si lo tomas bien, sin llanto, pataletas y vueltas... pero no funciona... está bien te doy un chocolate, pero tampoco. A cierta edad, el dinero puede funcionar... te pago y te lo tomas... y así continuan pasando los días. La madre deja de ser histerica para pasar a ser una desquiciada que negocia, hace yoga, grita, contiene, salta, fuerza, tolera, vuelve a gritar, a negociar, a chantajear y a recurrir a toda clase de maniobras y malabares para que el pequeño niño se tome la medicina que sacará sus bacterias definitivamente de su cuerpo.
¿Acaso no deberán venir esos malbenditos antibioticos con una semana de spa gratis posterior para las madres desquiciadas por las luchas para lograr la ingesta del líquido amargo por el menor del hogar? Yo creo que sí... y por cierto, un secretito para el final: las amenzas de "o lo tomas o te van a tener que aplicar una inyección ASI de grande" no funciona.