24/10/10

Se le acabaron las vidas.

Tengo en la mente un post sobre ese momento crucial en la vida materna que puede llegar a sacar lo pior de nosotras: el control de esfínteres. Momento clave que nos reta a mantener una paciencia de santas. Pero ayer nos pasó algo muy fuerte.

El peludo de la casa, conocido también como negro, castrasca o Puki, tuvo una diarrea hace unos meses atrás. Antibiótico de por medio se curo sin problema. Unas semanas después comenzó con una inflamación en el labio inferior. Dijimos, chance es algo que le pico, una araña... algo. Y pasó porque se desinflamó. Se volvió a inflamar y esta vez fuimos al veterinario del barrio, le inyecto cortizona, nos dijo que cambiaramos el alimento por si era una alergia y listo. Dos días después todo volvió a la normalidad. Pero la inflamación volvía a la semana, pasamos por dos veterinarios y dijeron lo mismo, algo que comió.

Ayer nos fuimos directo al hospital veterinario de la UNAM, esperamos un rato porque fuimos sin cita y salimos con la peor noticia que nos esperábamos. La alergia no era tal, era una inflamación debida a líquidos que su cuerpo no estaba irrigando por donde debía, causado por un tumor que aferctó el sistema linfático, le comprimía los pulmones y estaba muy cerca del corazón. Ultrasonido de por medio, lograron drenarle 3 litros de sangre, le sacaron radiografías y confirmaron los tumores (varios).

Nos quedamos pasmados, el peludo siempre a tenido un historial favorable ante situaciones extremas, parecía que tenía más vidas que un gato. Esta vez nos sentarón y nos dijeron que lo mejor que podíamos hacer por él era ponerlo a dormir.

El tema de la muerte nunca nos había tocado platicarlo con los chicos. Y teniendo en cuenta que el peludo les enseñó a caminar, se dormía a los pies de las cunas, los perseguía alrededor de la mesa jugando a las escondidas y nos despertaba poniéndonos sus dos patotas en el estómago casi todas las mañanas, fue un verdadero shock.
Una no sabe cómo decirles, por dónde empezar. Y al mismo tiempo se pregunta si no serán exageros los doctores, si los otros no vieron nada de esto.... y justo por eso, terminas diciendote, por qué no vieron nada de esto antes? La reacción de los chicos fue la obvia, fue la nuestra también, lloramos al unísono.
cómo contenerles el dolor? 
El peludo fue mi primer perro, el de los chicos también. Estuvo conmigo al pie del cañon desde que llegué a México, cuando la nostalgia me inundaba, cuando comencé los trabajos de parto. Siempre estuvo ahí.

Se me fue mi primer cachorro, y no pensé que me doliera tanto. Lo voy a extrañar.